viernes, 26 de marzo de 2010

La liga sigue igual


Los sueños húmedos del Madrid en esta liga pasan por los lanzallamas de Higuaín y Cristiano. Entre ambos llevan la casi totalidad de los goles del conjunto blanco, 22 de 22 para el argentino y 17 de 19 para el portugués. Números de apisonadora que, sin embargo, no levantan del sofá al aficionado por una extraña razón; este equipo da sensaciones discordantes, medias alegrías consecuencia de tener a un Barsa estrujando los talones y la sombra inseparable del Lyonazo. El Pipa no quiere pasar este año por la celda de desintoxicación del gol y camina con paso firme hacia los treinta chicharros. Cristiano contesta con obuses a los messiadictos. Goleada tras goleada la liga sigue igual.

El equipo de Pellegrini aplica al fútbol reglas sencillas pero a veces se olvida de rematar los partidos. Los goles caen como churros pero la desidia se hace a menudo sastre de este Madrid de caras polifacéticas; de remontar en dos minutos a golear en treinta y siete, de aburrir en la primera parte a aburrir en la segunda. Entre esa diversidad de facetas también entra Fernando Gago, el que sólo se parece a Fernando Redondo en las ocho letras de su nombre. El argentino, castigado a la última fila del banquillo, salió del fango melancólico en el que lleva toda la temporada y se disfrazó de centrocampista perfecto por un día. El olor a Mundial activa la sangre. Acompañó a un Xabi cada vez más terrateniente del centro del campo y decisivo en el proceso de oxigenar al Madrid. Su próximo cometido debe ser forzar la amarilla para llegar limpio al clásico.

La jugada de Casiilas sacó sus tradicionales defectos y encendió las cortadoras de jamón de los de siempre. Los que dicen que anda dormido y que no es el mismo cuando falla un día. Carne de oportunismo y leña que partir para los que sacarán ahora lo del "efecto Carbonero" o algo así. Espera el incomprensible Atleti. Siempre hacen buenos partidos en el Bernabeú aunque en casa saquen la cara del fracaso.

lunes, 15 de marzo de 2010

Sin consuelo


Resulta inexplicable que los partidos del campeonato nacional sean días de vino y rosas para el Madrid e Higuaín, y que Europa se haya convertido en una cloaca de desgracias. Por más que uno intenta pensar que unas veces la pelotita no quiere entrar no se me va de la cabeza las ocasiones de un Pipa que mandó al vertedero las ilusiones continentales del madridismo. La actuación del argentino ante el Lyon ha alimentado el debate oportunista de su verdadera valía para este Madrid. Higuaín ha dejado serigrafiado su talento en numerosas ocasiones pero se ha ahogado en las grandes batallas donde marcarle tres goles a un Valladolid agonizante no sirve para ganarse un puesto de alto funcionario, pero tampoco, para cocinar carnaza por sus fallos en un mal día. Las cabezas pensantes del madridismo, lejos de los axiomas envenedados de Inda, no pueden caer en la inestabilidad que supone vivir prostituido entre el heroísmo, cuando el viento sopla a favor, y la bajeza, cuando los resultados vienen torcidos. Seguir decapitando entrenadores sólo serviría para dar de comer a esa enorme pelota de portavoces de páginas, cada vez más amarillas que, un día te elogia y otro te echa a los leones. Siempre ha sido así, pero ahora se ha elevado al cuadrado, escribiendo con renglones de bochorno y obscenidad. Los años han corroborado que la falta de paciencia es sinónimo de fracaso. Seguir echando ese tipo de carbón no va a servir para que el tren del éxito vaya más rápido. Dejemos hacer las cosas en el Madrid como se haría en cualquier otro club del mundo que no lleva este nombre. Aunque sólo sea por una vez, por mucho que cueste digerir estar 6 años sin probar los cuartos.

El cuerpo sin vida de otra Champions que se va, seguirá oliendo hasta final de temporada por mucha liga disputada que quede. Equipos como el Valladolid, parrillada de segunda, no podrán medir el verdadero potencial de este Madrid de neo-galácticos que nos ha dejado con la miel en los labios en un año que prometía colmenas de felicidad. La decepción ha sido enorme, no cabe duda, pero la reconciliación será diferente a otros años. Este Madrid merecía un final mejor en Europa. La liga puede servir de bálsamo, pero ahora mismo no es consuelo en la tristeza.

domingo, 7 de marzo de 2010

Remontada en vena


Sólo las grandes ocasiones le permiten al Bernabéu vestirse con piel de león para rugir por encima de los decibelios que nos tiene acostumbrado. Sólo cuando los vocablos vociferantes del público merengue se elevan sobre las cargantes bocinas significa que algo distinto, emocionante y fuera de la sinopsis habitual está ocurriendo. Lo llaman remontadas. Navegar río arriba es parte ya del ADN blanco y en ocasiones es necesario para despertar del letargo a un aficionado que cuida demasiado de sus cuerdas vocales cuando acude al Bernabéu. Kilos de pipas, caras desencajadas y música de viento se aparcan en ocasiones así. Porque el público madridista anima poco y nadie lo va a cambiar, pero cuando lo hace se convierte en un bulldozer que arrastra a sus jugadores. Dirán que como una afición más, pero multiplicado por diez. Los ochenta y pico mil asientos se hacen notar mucho.

Si los errores en los goles se repiten ante el Lyon estaremos vendidos antes de salir al mercado. Ante los gabachos fallos cero, y eso en 90 minutos es tarea casi ficticia. El Sevilla se encontró con los platos lavados sin ni siquiera pisar la cocina, demasiado premio para los de Jiménez que ponían la liga en la punta del precipicio para los intereses del Madrid. Negredo representó al escorpión que se siente incapaz de picar a aquel que le ayuda a cruzar el río, estuvo afortunadamente desaparecido. Bajo el caparazón del partido latía una sensación de injusticia: 35 tiros, 17 a puerta, empate a dos, Fue en ese último despeje de Palop, en esa bala rasa y pausada de Rafael cuando los decibelios del estadio más silencioso del mundo se aupaban al número uno de los más ruidosos. Ahí cambió el destino de la liga, esperemos.

Pero el cordero se habia convertido en lobo mucho antes, cuando a Pellegrini le dio por hacer unos cambios demandados por la lógica del fútbol. Guti y Van der Vaart despertaron a un Madrid amordazado en el centro del campo, sin capacidad creativa ninguna. O juegan ellos el miércoles desde el inicio o se producirán suicidios en masa. Raúl por Kaká. El 7 no transmitió la garra que se suponía con la kilometrada de remontadas que lleva a sus espaldas sustituyendo a un Kaká que ya sabemos que no está, pero que le seguimos esperando. Hubiera dado lo mismo colocar a un cono en esa posición. El óscar terminó en manos del mejor conjunto. Contra el Lyon el Madrid tendrá que volver a comer carne de vaca loca si quiere aplastar al ordenado equipo francés. Y no cometer ni un error, eso si que es dificil. Pesimismo desde estas líneas.