El enterrador enterrado

Mientras que Pellegrini intenta hacer jugar bien a sus piezas de diamante en bruto en un bloque que todavía funciona a tumbos, la directiva, en su fase de destaponar la operación salida, comienza a dejar entrever aquellos pequeños fallos que no pueden faltar en una pretemporada redonda en los despachos. Primera discordancia entre el de arriba y el de abajo. Sneijder entraba en los planes de Pellegrini hace apenas un mes y seguramente siga entrando en ellos. Para Valdano parece que la situación estaba más clara y hace más de treinta días, o sesenta, o desde que llegó, que tenía claro que el holandés era carne de excursión sin vuelta. Se observa que la mano del chileno no llega todo lo lejos que debería, al menos, cuando el saco de billetes verdes se inmiscuye por mitad. Así, en lugar de escarbar de entre las arenas del cementerio blanco y verter allí a lo verdaderamente sobrante, caso Gago, se ha tomado la iniciativa de enterrar al que tenía que ser el enterrador, Sneijder.

Vender a Wesley por 15 ó 18 millones antes que a Gago es la decisión con menos sentido común por tierra, por mar y por aire. Una chirigota con menos gracia que Los Morancos. Porque si realmente se quiere sacar dinero en las ventas Gago sería el primer cáncer a extirpar, el que verdaderamente sobra. Sneijder, aunque esté con las baterías vacías, cumple con los requisitos de este Madrid cien veces antes que el argentino. El holandés nunca ha sacado matricula en más de dos partidos seguidos, pero es que para Gago su máxima aspiración ha debido de ser perder menos balones que Diarrá, el Melonero de Mali. Tiene que saber a estas alturas que el cariño del Bernabéu es inversamente proporcional a no regalar pases al rival. Y si no que se lo pregunte a Drenthe, otro que no se despega de la buena vida de Madrid ni haciéndole pasar una noche de copas con María Teresa Fernández De la Vega. ¿Y Negredo? Otro enterrador enterrado. Y Del Nido tan contento.