lunes, 25 de agosto de 2008

18 mejor que 22


A veces en la vida hay cosas que no se pueden explicar. Por ejemplo, ¿como es posible que del amor al odio sólo haya un paso? Mejor aún, ¿como es posible que del odio al amor haya sólo 45 minutos? Pues bien, la respuesta no está lejos y la encontramos en el partido de esta noche. Y no es precisamente motivos para enamorarse lo que ha desatado el Madrid en el día de hoy. Ha sido la sorpresa, la fe, la casta, el orgullo, las meigas, los espíritus y Capello. Ha sido el paso del drama a la tragedia y de la tragedia a la comedia. La tomadura de pelo más grande de la historia que encima ha salido improvisada. Porque al descanso ésto no se lo esperaba ni el más ciego de los mandatarios blancos. El amigo Calderón, que en 45 minutos ha pasado de verse con el pellejo colgando de la torre Picasso a nadar en un mar de felicidad. Al presidente le vuelven a salvar los jugadores. Y es que sólo hay que ver como se abrazaba a ellos en el palco. Estaba cagado y acabó cagando suspiros de alivio. Sabía que en ese momento nadie se iba a acordar de él. Que otro milagro le ha vuelto a acompañar, y ya van demasiados.

A la noche irracional se sumó un tío que -como el Real Madrid- vive al margen de la ley. Sabe que es el peor árbitro de primera. Y se la pela. Sabe que le encanta ser protagonista. Y le da igual. Sabe que es un anarquista del arbitraje. Y le importa un rábano. Es un hombre que tiene faceta de villano, aunque él se crea un justiciero. Y que gracias a la Federación se lo sigue creyendo. Se llama Iturralde, y no hay nada más que decir. Aunque el no quería, fue el encargado, con su antimadridismo, de dar alas al Madrid. Así, con todo del revés, con tu público en contra, con un juego paupérrimo, con cadáveres futbolísticos andando sobre el campo, con un bloqueo mental de tres pares de cojones surgió la especialidad de la casa. Una que no entiende de sistemas, ni de jugadas ensayadas. Su único lenguaje es remontar, su única arma, los testículos. Mejor pocos y buenos, que muchos y malos. De ahí que esta noche 18 cojones pegaran mejor que 22.

Y entre esos 18, había dos de oro. Los de Robben. Sin palabras lo del holandés. ¿Quién dijo que está hecho de cristal? No señor. Está hecho de queroseno. Él solo ha hecho temblar a toda la zaga del Valencia que ha tenido que ir a por él de cinco en cinco. Y ni con esas. Se los ha cepillado a todos. El holandes se merece un monumento. Ha sido lo único destacable del partido a nivel individual, y también de la eliminatoria. Tras el empate ha llegado lo que parecía el finiquito del partido: la segunda expulsión. Excesiva como la anterior. Al Valencia le ha entrado un canguele injustificado. Sobre todo, porque en ese momento el Bernabéu había dejado de apretar viendo como imposible la machada. No fue, por tanto el miedo escénico lo que provocó el segundo gol. Fue el empuje de un equipo que se había creído su propia mentira, la de remontar. Y ésta fue tan rápida que no dio tiempo a digerirla. Van Nistelrroy, Ramos, De la Red e Higuaín. Cuatro goles que rompen todas las lógicas existentes en el fútbol. En apenas un suspiro el Valencia murió asesinado por el Real Madrid. Los ches que parecían tener controlado el partido ante un Madrid perdido también nos engañaron. Ni lo tenían controlado ni gaitas. Fue la lógica menos lógica de un partido de fútbol que empezó en el infierno y acabó en el cielo. Una gran mentira que no debería engañar a nadie. La épica es la épica. Jugar al fútbol es otra cosa.

3 comentarios:

Ángel Martín dijo...

La verdad es que disfruté como un enano ayer en el campo. Además pude tocar a los jugadores al pasar a recoger la Copa.

Como dices tu: Una gran mentira que no debería engañar a nadie.

Saludos

Deportivista dijo...

Ayer el Real Madrid hizó un partido imposible ante un Valencia desaparecido.

Un saludo.
http://marcador-deportivo.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Yo creo que a mucha gente le valdrá el resultado de ayer, pero a otros no. Todos tenemos claro que esto no es buen fútbol (ni nada que se le parezca). Parece que cada vez estamos más lejos de la tan manida excelencia.

Saludos