Sólo las grandes ocasiones le permiten al Bernabéu vestirse con piel de león para rugir por encima de los decibelios que nos tiene acostumbrado. Sólo cuando los vocablos vociferantes del público merengue se elevan sobre las cargantes bocinas significa que algo distinto, emocionante y fuera de la sinopsis habitual está ocurriendo. Lo llaman remontadas. Navegar río arriba es parte ya del ADN blanco y en ocasiones es necesario para despertar del letargo a un aficionado que cuida demasiado de sus cuerdas vocales cuando acude al Bernabéu. Kilos de pipas, caras desencajadas y música de viento se aparcan en ocasiones así. Porque el público madridista anima poco y nadie lo va a cambiar, pero cuando lo hace se convierte en un bulldozer que arrastra a sus jugadores. Dirán que como una afición más, pero multiplicado por diez. Los ochenta y pico mil asientos se hacen notar mucho.
Si los errores en los goles se repiten ante el Lyon estaremos vendidos antes de salir al mercado. Ante los gabachos fallos cero, y eso en 90 minutos es tarea casi ficticia. El Sevilla se encontró con los platos lavados sin ni siquiera pisar la cocina, demasiado premio para los de Jiménez que ponían la liga en la punta del precipicio para los intereses del Madrid. Negredo representó al escorpión que se siente incapaz de picar a aquel que le ayuda a cruzar el río, estuvo afortunadamente desaparecido. Bajo el caparazón del partido latía una sensación de injusticia: 35 tiros, 17 a puerta, empate a dos, Fue en ese último despeje de Palop, en esa bala rasa y pausada de Rafael cuando los decibelios del estadio más silencioso del mundo se aupaban al número uno de los más ruidosos. Ahí cambió el destino de la liga, esperemos.
Pero el cordero se habia convertido en lobo mucho antes, cuando a Pellegrini le dio por hacer unos cambios demandados por la lógica del fútbol. Guti y Van der Vaart despertaron a un Madrid amordazado en el centro del campo, sin capacidad creativa ninguna. O juegan ellos el miércoles desde el inicio o se producirán suicidios en masa. Raúl por Kaká. El 7 no transmitió la garra que se suponía con la kilometrada de remontadas que lleva a sus espaldas sustituyendo a un Kaká que ya sabemos que no está, pero que le seguimos esperando. Hubiera dado lo mismo colocar a un cono en esa posición. El óscar terminó en manos del mejor conjunto. Contra el Lyon el Madrid tendrá que volver a comer carne de vaca loca si quiere aplastar al ordenado equipo francés. Y no cometer ni un error, eso si que es dificil. Pesimismo desde estas líneas.