lunes, 28 de abril de 2008

Esperando a la 31 (segunda parte)


Y ahí está el Madrid, a tan sólo dos puntos de volver a ganar un nuevo campeonato que tiene pinta de decidirse en un campo donde la hostilidad, inevitablemente, no brilla por su ausencia. Será -no hay que esperar más- en el estadio menos bonito donde el Madrid puede levantar un título, pero también en uno de los más morbosos debido al síndrome de salvajismo que se adueña de los rojillos cuando el equipo blanco pisa su césped. En Castellana la Diosa de la Madre Tierra y del merenguismo se puso guapa durante unas horas esperando su cita anual con Raúl, pero a Marcos Senna le entró un ataque de celos y suspendió la reunión sentimental, al menos, hasta la semana que viene, esperemos.

A pesar de ello durante la previa se seguía respirando aires festivos por Concha Espina con un público entusiasta con ganas de pasárselo bien. El Bernabeú puso las olas, el griterío y -aunque no sea habitual- el empuje; el Madrid, por su parte, devolvió el favor a base de goles y buen fútbol, algo también poco habitual. Con un partido abierto los leones se atrevieron a morder a la yugular blanca pero no con la fuerza suficiente como para provocar una hemorrágea. Más bien, tantos mordiscos no sirvieron ni para sacar una sola gota de sangre. Buena parte de culpa la tuvo la compañía Seguros Casillas que se abrochó los guantes correctamente, agarró a su San Pancracio y se dedicó a desesperar a Caparrós. Además, paró su segundo penalti esta temporada, y lo hizo a lo grande, poniendo tan nervioso a Garmendia que en la cara del chaval -acojonado- se veía que el de Radio Popular de Bilbao no iba a cantar el bacalao.

En la pizarra táctica blanca pudimos ver a un Saviola muy entonado y que además afinó su puntería, recordando a Schuster que lo de la copa es perdonable. El conejito estuvo ratón, y cuando Robinho disparó, el argentino ya sabía que a Armando se le iba a escapar el balón. Acertó y completó su día más feliz como madridista hasta el momento. El ataque merengue siguió llamando durante un buen rato a la puerta de Armando, hasta que por fin, de la mano de un argentino nacido para jugar los finales de liga, llegó la asistencia del segundo y de su propia cosecha el tercero.

Con el Bernabéu cantando el "campeones, campeones" resurgió la comunión entre afición y jugadores, Chamartín volvió a ser un estadio de fútbol y Schuster vio como sus números superarán a Capello aunque lejos de la elegancia esperada. Así el domingo deseamos que la marea blanca se desplace masivamente a Pamplona, que los navarricos madridistas estén presentes en el Sadar, que la virtual guerra entre aficiones no llegue a las manos y que por fin la liga quede sentenciada. No queremos esperar más, haber si la vamos a liar.

domingo, 20 de abril de 2008

Esperando a la 31


Tras una tarde medio tranquila en el Sardinero el Madrid espera en el aeropuerto el vuelo que le lleve a guardar en sus vitrinas su trigésima primera liga, la segunda consecutiva, con una ventaja que no se recordaba desde los tiempos de la Quinta. Viendo el sobrado margen respecto al segundo por fin puedo respirar tranquilo y escribir estas líneas con un optimismo que no me suele caracterizar, pero es que sólo una mente perversa y díez veces más pesimista que la mía podría pensar que el Real Madrid no visitará Cibeles este año. Sólo las matemáticas pueden discutir esta teoría, pero la lógica muchas veces está por encima de los números. Pese a necesitar ayuda externa para finiquitarla la próxima jornada, viendo como está la liga no es chocante que esto ocurra. Con un pie levantado y otro en el suelo el madridismo aguarda una nueva liga.

El partido de hoy olía a complicado, a arduo, a casi derrota, pero el sentido común hizo una excepción y regaló al Madrid lo que le ha faltado durante muchas jornadas, cabeza. La testa hizo acto de presencia en los Campos de Sport y regaló a los de Schuster actitud de campeón. A pesar de que los blancos se acostaron la siesta durante la segunda parte el equipo jugó de manera decente, ordenada, con ideas y sobre todo eficaz. De tres ocasiones claras se sacaron dos goles. El uno llegó tempranito cuando todavía golpeaba el sol con fuerza por la preferencia este del Sardinero; su autor ese chico que no conocerá a la garrapata de Austria y Suiza pero que ya lleva 17 goles. También lejos de casa la sabe meter. El zarpazo final lo hizo Higuaín, otro chico que poco a poco también está aprendiendo a meterla. Esta vez el argentino marcó la que tuvo y hasta la que no valía. Era el gol de la liga, el que llevaba el aroma del número 31, la liquidación del campeonato. Así por lo menos lo veían los jugadores, que explotaron en la celebración. Bonita decisión la de abrazarse en piña todo el equipo; es la diferencia con el equipo del kilómetro 600 y esperemos que siga siéndolo.

En la parte trasera la denominada Defensa del Camp Nou volvió a portarse bien, con Cannavaro aprobando raspado por sus "faltontas" que pueden convertirse en nocivas, pero con Heinze ganándose el pan de chapata -el bueno- y arreglando los errores del italiano. Otro que metió horas extras fue Sneijder que pasó el examen de manejar el artilugio blanco con notable alto e hizo olvidar la ausencia del "14". El Madrid también sabe jugar sin Guti y no lo hace nada mal.

A pesar del esfuerzo inagotable del Racing por alcanzar aunque fuese una migaja del resultado, la galerna del cantábrico se quedó en una brisa e hizo un favor al Madrid y a los cántabros madridistas que se encontraban presentes -porcentaje alto, como debe ser- no gastando hasta la última gota de sangre. Así el Sardinero pudo ver esta tarde un ensayo del alirón que llegará, no sabemos cuando, pero llegará. Más allá de algunos cánticos que habitualmente se escuchan en Santander cuando el Madrid marca ("En el sardinero hay mucho hijo de puta") los cántabros seguimos teniendo al Madrid como primer o segundo equipo. Cantabria sigue como siempre: verde, infinita y madridista.

viernes, 11 de abril de 2008

Un pueblo, dos miserables y un patoso


Otra vez tuvo que ser en el último minuto y de una manera más que cruel. Una vez más son los alemanes, esos cabezas cuadradas impulsores del patadón arriba que hacen toscos y garrulos a todos sus jugadores, los que volvieron a apretar el culo para que del invernadero que tienen metido dentro no se escapara ni una flor. Lo consiguieron una vez más, de la manera más absurda, más injusta e impropia de un grande de Europa. Pero el Bayern no es un grande, sólo es un equipo fabricado para desencajar corazones, para jugar fatal y ganar peor. Los blancos llevamos años odiando a este equipo aborrecible, provocador e irrespetuoso hasta con un equipo pequeño que les ha orinado en la cara durante 120 minutos. Tiempo suficiente para ver que el Getafe, con geta y con fe, ha levantado a toda España del asiento -hasta al español número uno de los españoles, el Rey- como si de un partido de la Roja fuera, ha recordado a los alaveses que ellos también pasaron por lo mismo y ha acabado muriendo con dignidad pero sin necesidad ante dos miserables y un patoso.

Dos verdugos con nombre y apellido
alistados en la mafia futbolística, el uno por árbitro partidista y el otro por impúdico delantero, Bussaca y Toni, azotaron de la manera más injusta a unos hombres humildes de sangre azul. El uno no castigó con la expulsión al otro y éste lo aprovechó. Toni, como buen italiano, de capo nada, de imbécil mucho se convirtió con su celebración en persona non grata en nuestro país. En el otro lado estaba el Pato (-oso) Abondancceri que se "invertió" para devolver al Bayern lo que nunca tuvo en la eliminatoria, el pase. Esta vez no hay que repartir las desgracias entre todo el equipo, la culpa fue sólo suya. Imperdonable e imperdonable.

Los alemanes, al igual que los italianos, han vuelto a convertir el arte del fútbol en un grafiti barriobajero pintado con sangre sucia, pero por desgracia eficaz. El último minuto fue inventado en exclusiva para que ellos lo disfruten y los españoles lo suframos. El tópico de la suerte alemana es menos tópico que nunca y ha vuelto a dar un paso adelante en un deporte en el que no existen reglas de estilo pero sí de dignidad. El Bayern no tiene esa dignidad. ¡Puff, que asco me dais alemanes!

domingo, 6 de abril de 2008

Como tirar la liga en fascículos


Claro, si es que tenía que pasar. Maldita la hora en la cuál creí la semana pasada que hoy se iba a producir el punto de inflexión que el Madrid necesitaba para ganar la liga. Se han vuelto a reir de mí, lo hacen a posta. Conocen nuestros pensamientos, se meten en nuestra mente y juegan con nosotros. El Real Madrid me ha vuelto a engañar y mi paciencia me ha dicho que está hasta los mismísimos y no aguanta más. Otra jornada negra se nos viene encima y ni el paragüas ni la sombrilla tienen fuerza suficiente para aguantar el chaparrón. Los blancos no despiertan del letargo y los que la semana pasada habían conseguido asomar la cabeza a la superficie hoy se han vuelto a hundir. Schuster cada día es más paupérrimo y esta noche el opio no le ha sentado nada bien. Cosecha de Rikjaard debe ser.

Y eso que el árbitro ha estado compasivo con el Madrid y ha evitado que este empate -de los que saben a mierda- se convirtiera en una derrota de las que saben a veneno y matan. En un día tan importante como era el de hoy hacer experimentos con gaseosa no merece otro calificatvo que el de gilipollas integral. La memez de meter a Diarra -el cáncer de los cánceres- para ponerle en banda derecha para luego sacar a Torres no tiene precio. Pero todavía faltaba una pieza para completar el circo que montó en los cambios más malos jamás vistos. Cuando el Madrid necesitaba al único atacante de la plantilla que junta velocidad con calidad, Robinho, al teutón no se le ocurre otra idea que meter a Baptista el cuál no tuvo tiempo ni de comprobar la presión del balón. Magnífica muestra salvaje de sabiduría futbolística y caché táctico.

Pero como los males no viene sólos tuvo que ser Borja Valero -un madridista- el que hiciera el empate, y además con exquisitez. A partir de ese golito sólo una mente retorcida podría pensar que el Madrid iba a levantar ese partido. Con el equipo roto, con el cerebro de Schuster dañado, con Guti recordando a Luis por qué no debe ir a la selección, con Raúl en otra dimensión y con Higuaín haciendo de Higuaín el Madrid estaba condenado a perder, y empató. Se llevó uno de esos puntos que saben a estiércol, pero que podrían haber sabido a sangre de difunto. Menos mal que Güiza no la supo meter y que la chilena de Arango se perdió en el olvido.

Con suerte o sin ella el Madrid ha vuelto a hundirse en las arenas movedizas que él mismo ha creado. Destrozar en la segunda parte el buen hacer de la primera no tiene perdón. La liga se vuelve a comprimir, para variar. Si esta es la actitud en un campo donde las gradas están a años luz del césped, ¿qué ocurrirá en Santander y Pamplona?